La frontera entre República Dominicana y Haití no detiene el comercio ni acalla las voces de dominicanos y haitianos que se mezclan en medio del bullicio. Los lunes y viernes, los pueblos separados por una verja se unen en un mercado fronterizo donde se realizan intercambios comerciales. Los haitianos de Anses à Pitre cruzan un río seco y se encuentran con una puerta vigilada por militares que abre por la mañana y cierra por la noche, permitiendo el paso de miles de personas durante los días de mercado.

El mercado fronterizo es un lugar donde la pobreza y el contrabando se entrelazan, y donde la comunicación se da a través de gestos y palabras en varios idiomas. Muchos de los asistentes son de ascendencia haitiana y hablan creole, pero también hay quienes solo hablan español. En medio del caos y el barullo, algunos bilingües actúan como traductores entre vendedores y compradores. Cuando cae la tarde, el mercado se vacía y el barullo cesa, dejando un espacio polvoriento y silencioso.

En el mercado no faltan niños que trabajan, ya sea ayudando a sus padres o pidiendo limosna. Algunos como Enzo, de nueve años, ayudan a sus madres en el mercado fronterizo, sacrificando días de escuela por el trabajo. Otros solo piden dinero a quienes creen que pueden dar algo. El contraste entre comerciantes y militares en la frontera es evidente, pero el ambiente es de seguridad y buen trato, a pesar de la presencia del Cesfront y la mezcla de rifles y sacos de guineos.

Jacinto Sánchez, el encargado del mercado, explica que a las cinco de la tarde todo el mundo se prepara para regresar a su país, ya que la puerta de la frontera se cierra a las seis de la tarde. Los niños, muchos de ellos indefensos y humildes, buscan racimos de guineos o piden limosna a los camiones que cruzan la frontera. A pesar de la crisis en la que se encuentran, el mercado fronterizo sigue funcionando de manera relativamente segura y ordenada.

En medio de la pobreza y el contrabando, la hermandad entre dominicanos y haitianos se manifiesta en el mercado fronterizo, donde las diferencias se diluyen entre gestos, palabras y miradas. A pesar de las dificultades, el comercio sigue fluyendo entre los dos países, revelando la compleja relación entre República Dominicana y Haití en esta zona fronteriza. La seguridad y el respeto imperan en medio de la presencia de militares y comerciantes, demostrando que la convivencia pacífica es posible incluso en las fronteras más conflictivas.

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