Hace 45 años, el huracán David golpeó la República Dominicana dejando una marca indeleble en los barrios marginales del municipio de Los Alcarrizos. Tres generaciones han nacido y crecido en un lugar marcado por la pobreza, la desilusión, el abandono, enfermedades y muertes. Beatriz Báez es uno de los casos que refleja esta realidad, llegó a los barrios marginales de Canta La Rana con sus padres cuando solo tenía 15 años. Crió a sus siete hijos con mucho sacrificio y ahora tiene 20 nietos y dos bisnietos. A pesar de las dificultades, está orgullosa de su familia y su descendencia, a quienes cuida y protege con amor.

Cuando el ciclón David golpeó, Beatriz y su familia vivían en Quisqueya. Su casa fue arrasada por los vientos del fenómeno y fueron llevados como refugiados al Liceo Unión Panamericano en Miraflores. Desde esa escuela, fueron trasladados a Los Barracones de Los Alcarrizos, con la promesa de que sería temporal. Sin embargo, llevan 45 años soportando un entorno de deterioro y falta de salubridad. Beatriz perdió a su hermano mayor en un trágico incidente en el mar, donde fue arrojado por la tripulación de un barco filipino en 2005.

Beatriz tuvo siete hijos, de los cuales dos fallecieron debido a problemas de salud causados por las condiciones insalubres en las que vivían. A pesar de todo, se siente orgullosa de sus nietos y bisnietos, quienes la cuidan y protegen con mucho cariño. A lo largo de los años, ha trabajado arduamente en casas familiares para mantener a su familia. Sin embargo, debido a los problemas de salud que enfrenta, tuvo que dejar de trabajar hace un año y medio. A pesar de todo, sigue firme y orgullosa de su familia, quienes le brindan amor y compañía constante.

Beatriz señala que su situación era tan crítica que a veces trabajaba en tres casas familiares simultáneamente para poder sobrevivir. Después de trabajar durante 17 años en la última casa, sus problemas de salud le impiden continuar desempeñando sus tareas habituales. A pesar de que le gustaría seguir trabajando, el dolor en su cuerpo y la fatiga no se lo permiten. Afortunadamente, su hija Carmen regresó a vivir con ella junto a sus cuatro hijos después de que su barracón fuera remodelado hace tres años, a pocas cuadras de distancia.

A pesar de las dificultades y las adversidades que ha enfrentado a lo largo de su vida, Beatriz sigue adelante con valentía y amor por su familia. Aunque ha tenido que dejar de trabajar debido a problemas de salud, se siente orgullosa de sus hijos, nietos y bisnietos, quienes la cuidan y protegen con cariño. A pesar de las condiciones adversas en las que viven, Beatriz y su familia han sabido mantenerse unidos y ofrecerse apoyo mutuo en medio de situaciones difíciles en los barrios marginales de Los Alcarrizos.

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