El 6 de abril, después de una semana en Ecuador, Thais se despidió de sus amigos y pareja para viajar a Nepal con su amigo y guía Paul Guerra. Después de más de treinta horas de vuelo con escalas en Panamá y Estambul, llegaron a Katmandú, la capital de Nepal, donde enfrentaron problemas con el equipaje perdido. A pesar de esto, Thais pudo disfrutar de la ciudad antes de partir hacia el Tíbet al día siguiente.
En Katmandú, Thais quedó impresionada por la rapidez y desorden del tráfico así como por el fervor religioso y misticismo de la ciudad. Visitó varios lugares emblemáticos como el templo de los monos y el templo hindú, experimentando la conexión única que Nepal tiene con la naturaleza y la espiritualidad. Durante la noche, se hospedó en un hotel y se reunió con los otros miembros de la expedición que la acompañarían en la escalada al Everest.
El 8 de abril, Thais conoció a sus compañeros de escalada, un grupo diverso de escaladores de diferentes nacionalidades con motivaciones personales para alcanzar la cima del Everest. Se llevó a cabo una cena donde se conocieron y establecieron lazos para formar un equipo unido. Thais compartió sus razones para embarcarse en la aventura, relacionadas con la muerte de su esposo y su deseo de conquistar las cumbres más altas de cada continente.
Durante la cena con los compañeros y guías, Thais pudo construir una relación de equipo y camaradería, preparándose para los desafíos que enfrentarían juntos en la escalada al Everest. Conocieron a los guías y a la cocinera que los acompañarían en la expedición, conscientes de que pasarían mucho tiempo juntos compartiendo buenos y malos momentos. La espera previa al ascenso fue larga e intensa, preparándolos para lo que vendría.
Thais vivió una experiencia única en Katmandú, sumergiéndose en la cultura y espiritualidad de Nepal antes de partir hacia el Everest. A pesar de los contratiempos con el equipaje, encontró inspiración en la fe y devoción de los habitantes, preparándose mental y emocionalmente para el desafío que enfrentaría en la montaña más alta del mundo. Con un equipo unido y comprometido, Thais estaba lista para cumplir su sueño de llegar a la cima del Everest y representar a su país con orgullo.