En una expedición al Everest, Thais Herrera narra su ascenso desde el campamento 3 hasta el campamento 4, justo antes de la cima. La salida del campamento era impresionante, con las imponentes montañas y la nieve que las cubría. La subida era dura, con hielo y rocas, pero Thais se sentía bien gracias a la máscara de oxígeno y a la compañía de su compañero de escalada, Paul. A medida que avanzaban, debían hacer peligrosos adelantamientos a alpinistas rezagados en la cuerda fija, lo cual representaba un gran riesgo debido a las condiciones extremas y la falta de fuerzas de los rezagados.
Los adelantamientos en la montaña eran complicados debido a la dificultad de moverse con los mosquetones de seguridad en la cuerda fija. Thais tuvo que idear una estrategia diferente para evitar el riesgo de caer por la pendiente al adelantar a otros alpinistas. A pesar de los desafíos, lograron avanzar y llegar al campamento 4, a 8,000 metros de altitud, donde se preparaban para la última etapa hacia la cumbre. En este campamento, se encontraron con otra expedición que había sufrido pérdidas en el camino, lo que les recordó la peligrosidad de la montaña y la importancia de la preparación y el cuidado durante la escalada.
A pesar de los contratiempos y los peligros, Thais y su compañero se preparaban para el ascenso final hacia la cima del Everest. Antes de partir, Thais se tomó un momento para enviar un mensaje a su familia a través del satelital, consciente de la importancia de la comunicación en esos momentos críticos. Con la emoción y la tensión a flor de piel, se disponían a emprender la última etapa de la expedición, conscientes de que la montaña no perdona y que debían mantener la concentración y el cuidado en cada paso que daban.
A medida que avanzaban hacia la cima, Thais y Paul enfrentaban nuevos desafíos, incluyendo el frío extremo y la falta de oxígeno en la altura. A pesar de las dificultades, seguían adelante con determinación y espíritu de equipo, apoyándose mutuamente en cada paso. Con la cumbre cada vez más cerca, sentían la emoción y la satisfacción de estar a punto de lograr su objetivo, aunque sabían que aún tenían un largo camino por delante. La experiencia en el Everest les había enseñado que la naturaleza es impredecible y que el respeto por la montaña es fundamental para sobrevivir en ese entorno hostil.
Finalmente, Thais y Paul lograron llegar a la cima del Everest, elevando la bandera de su país en un logro que había sido el resultado de meses de preparación, esfuerzo y sacrificio. En la cumbre, con el viento helado y la vista majestuosa a su alrededor, sintieron la adrenalina y la emoción de haber conquistado la montaña más alta del mundo. Con una sensación de logro y gratitud, descendieron hacia los campamentos inferiores, llevando consigo el recuerdo imborrable de su experiencia en el Everest y la satisfacción de haber alcanzado su meta.