En Santo Domingo, República Dominicana, es urgente implementar el proyecto del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que involucra una inversión de US$110 millones y que será realizado en colaboración con la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA) y la Oficina de Cooperación Internacional (AECID) para gestionar el Programa Integral y Sostenible de Gestión de Residuos Sólidos en el Gran Santo Domingo. El país genera más de 7 millones de toneladas de desechos sólidos al año, cada habitante produce 650 kilogramos de basura anualmente y solo el 3% de los residuos sólidos entra en la economía circular. Además, el 50% de los desechos generados en el país son orgánicos, lo cual aumenta la generación de gases de efecto invernadero y causa graves riesgos para la salud.
Esta situación tiene antecedentes en la falta de cumplimiento parcial de la Ley No. 3455 de 1952 sobre la Organización y Administración de los Municipios, prácticas dañinas de la mayoría de los municipios y el control centralizado ejercido por el Gobierno Nacional hasta finales de la década de 1990 en la mayoría de los municipios y el Gran Santo Domingo. Si no se cambia la situación, los desechos sólidos sin tratar podrían provocar inundaciones, enfermedades, calentamiento global, cambio climático y mares y océanos contaminados, entre otras consecuencias que arruinarían al país y al planeta.
La implementación de la Ley General 64-00 sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales en 2000, así como la Ley 176-07 sobre el Distrito Nacional y los Municipios, podría contribuir a un mejor manejo de los desechos sólidos. El proyecto del BID podría ser el primer paso para implementar una agenda de desarrollo sostenible basada en la gestión adecuada de los desechos sólidos. Si se gestionan los desechos utilizando el reciclaje, los beneficios ambientales, sociales y económicos serían sustanciales, incluyendo la reducción de gases de efecto invernadero, ahorro en materias primas, mejora de la matriz energética, creación de empleo e incremento de la inversión.
En particular, la oportunidad de desarrollar una sólida industria de fertilizantes orgánicos a partir de los desechos orgánicos generados en el país es destacada. En los últimos años, se han desarrollado técnicas como el compostaje, cuyo producto final se utiliza como fertilizante orgánico para mejorar los suelos agrícolas. Se ha demostrado que los compost maduros de desechos orgánicos son más estables, de mejor calidad y sufren menos procesos de descomposición que los fertilizantes inorgánicos convencionales. De esta manera, los desechos, que amenazan la vida si no se gestionan correctamente, podrían convertirse en una fuente de vida al proporcionar fertilizantes orgánicos para la producción de alimentos que convierten a nuestra comida en un medicamento.