Desde la era democrática en República Dominicana, la Constitución ha sido modificada en varias ocasiones para permitir la reelección del presidente en turno. Este proceso ha sido protagonizado por líderes políticos como Joaquín Balaguer, quien reintrodujo la reelección indefinida, y Hipólito Mejía, quien permitió la reelección no consecutiva. Estos cambios constitucionales desafían el mandato constitucional y han marcado la historia política del país.

Durante la era de Trujillo, la Constitución fue modificada siete veces, pero el artículo que disponía que el Poder Ejecutivo se ejerciera por un presidente elegido cada cuatro años por voto directo permaneció intacto. Fue a partir de la reforma de Balaguer en 1966 que se reintrodujo la reelección indefinida, siguiendo el mandato de Trujillo. Balaguer gobernó por 12 años consecutivos gracias a esta modificación constitucional.

Luego de un período sin reformas, en 1986 Balaguer volvió a la presidencia y se mantuvo en el cargo por diez años más. Sin embargo, una crisis postelectoral en 1994 llevó a otra reforma constitucional que prohibía la reelección consecutiva. Esta tendencia de prohibir la reelección consecutiva se vio nuevamente en la modificación constitucional de 2004, que estableció que el presidente no podía postularse jamás al mismo cargo.

En el 2010, se aprobó la reforma impulsada por Leonel Fernández, que permitía la reelección no consecutiva. Esta modificación dejaba sin efecto la prohibición del "jamás" y rehabilitaba a Fernández para las elecciones de 2016. En estas elecciones, Danilo Medina logró su repostulación gracias a una nueva reforma constitucional que le permitía optar por un segundo período consecutivo, pero ya no podría postularse jamás al mismo cargo.

A lo largo de la historia política dominicana, se han dado múltiples reformas constitucionales para permitir la reelección presidencial, desafiando el mandato constitucional de limitar las reelecciones consecutivas. Líderes como Balaguer, Mejía y Medina han dejado su huella en la Constitución del país, alterando las reglas para perpetuarse en el poder. Esta tendencia ha generado tensiones políticas y debates acalorados sobre la necesidad de establecer límites al ejercicio del poder presidencial en República Dominicana.

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