La reducción de los niveles de inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe es una señal esperanzadora, según el representante regional de la FAO, Mario Lubetkin. En 2022 y 2023, la región logró reducir los niveles de inseguridad alimentaria moderada o grave, pasando del 31,4% al 28,2% de la población afectada. A pesar de esta disminución, todavía hay 187,6 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria en la región, lo que equivale a un 28,2% de la población afectada.

América Latina fue la única región que presentó un descenso en los niveles de inseguridad alimentaria, en contraste con otras regiones como África, Asia, Oceanía y Norteamérica y Europa donde se mantuvieron estables o aumentaron ligeramente. En Latinoamérica, la inseguridad alimentaria grave también disminuyó del 11% al 8,7%, lo que representa 14 millones de personas menos en esa situación. Estas cifras se encuentran en el informe anual sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo presentado por cinco agencias de la ONU.

El informe también reveló que la hambruna afecta de manera desigual a las diferentes subregiones de América Latina. En América del Sur, el 5,2% de la población sufre de hambruna, mientras que en Mesoamérica es el 5,8% y en el Caribe alcanza el 17,2%. Suramérica es la región que muestra una mejora más significativa, mientras que en Centroamérica se observa un esfuerzo por mejorar la seguridad alimentaria, aunque el cambio climático representa un desafío. En el Caribe, países como Haití continúan enfrentando altos niveles de hambre.

Según Lubetkin, si los países no aceleran los ritmos de inversión y políticas hacia la seguridad alimentaria y nutricional, es poco probable que se logre el objetivo de hambre cero para 2030. A pesar de los avances positivos, el ritmo de progreso es muy lento y se requiere una aceleración para alcanzar las metas de desarrollo sostenible. A nivel mundial, los niveles de hambre se mantienen altos, con alrededor de 733 millones de personas subalimentadas de forma crónica en todo el mundo.

En conclusión, la reducción de los niveles de inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe es una señal alentadora, pero se necesitan mayores esfuerzos para lograr el objetivo de hambre cero para 2030. Es importante acelerar las inversiones y políticas hacia la seguridad alimentaria y nutricional para garantizar que todas las personas tengan acceso a una alimentación adecuada. A pesar de los avances, los niveles de hambre siguen siendo preocupantemente altos a nivel mundial, y es necesario trabajar en conjunto para reducir la inseguridad alimentaria y mejorar la calidad de vida de la población.

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