Rafael González Álvarez falleció de un infarto el sábado pasado. Este hombre había sido condenado a 18 años de cárcel por disparar 12 veces al ingeniero Guillermo Moncada Aybar durante una discusión por un estacionamiento en el residencial en el que vivían en la urbanización Serrallés, en el Distrito Nacional. Según informes de la Procuraduría General de la República, González Álvarez murió en la Clínica Independencia, donde fue trasladado desde el centro penitenciario de La Victoria.

El homicidio de Moncada ocurrió el 12 de noviembre de 2011 en el edificio Xiomara, donde residían ambos, en la calle Filomena Gómez, en el Distrito Nacional. La sentencia de 18 años de prisión le fue impuesta por el Tercer Tribunal Colegiado del Distrito Nacional en 2013. En el año 2020, González Álvarez solicitó la posibilidad de cumplir la condena en su hogar argumentando que sufría de depresión. Se fijó una audiencia para el 15 de junio de 2020, pero no se ha informado sobre el resultado de esta petición.

En una ocasión, González Álvarez expresó que no se arrepentía de su acción, ya que consideraba que había sido en defensa propia. Afirmó que pidió perdón a Dios por ser cristiano, pero que no podía arrepentirse de haber disparado a Moncada, argumentando que su vida corría peligro. Además, aseguró que intentó evitar el altercado, pero que Moncada lo persiguió en el estacionamiento del residencial. La actitud de González Álvarez ha generado controversia en la opinión pública, dividida entre quienes consideran que actuó en legítima defensa y aquellos que lo condenan por el homicidio.

El caso de Rafael González Álvarez ha sido seguido de cerca por la prensa y la sociedad dominicana debido a la gravedad de los hechos y a las circunstancias en las que ocurrieron. El debate sobre la legítima defensa, la violencia en espacios públicos y la justicia penal se ha avivado a raíz de este incidente. La familia de Guillermo Moncada Aybar ha manifestado su dolor por la pérdida y ha pedido que se haga justicia por su muerte.

El fallecimiento de González Álvarez pone fin a una historia marcada por la violencia y la controversia. Su muerte plantea interrogantes sobre la efectividad del sistema penitenciario dominicano y sobre la seguridad de los internos. A pesar de las circunstancias que rodearon su vida y su condena, su muerte nos lleva a reflexionar sobre la inevitable fragilidad de la existencia humana y sobre la importancia de buscar el perdón y la reconciliación, incluso en situaciones de conflicto y violencia. Sin embargo, las heridas causadas por este trágico evento seguirán abiertas en la memoria de quienes lo vivieron y en la historia de la justicia en la República Dominicana.

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