El Papa Francisco habló sobre la migración durante la audiencia general en Ciudad del Vaticano, criticando las leyes restrictivas y la militarización de las fronteras. Afirmó que rechazar a los migrantes es un pecado grave y que muchos mueren en las rutas migratorias, convirtiendo el Mediterráneo en un cementerio. Denunció que algunos desiertos también se han convertido en cementerios de migrantes y condenó la indiferencia hacia estas tragedias.

El pontífice hizo un llamado a ampliar las rutas seguras y legales para los migrantes, facilitando el refugio a quienes huyen de la guerra, la violencia y la persecución. Abogó por una gobernanza mundial de la migración basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad, combatiendo el tráfico de seres humanos y deteniendo a los traficantes criminales que se aprovechan de la miseria ajena. Reconoció los esfuerzos de organizaciones como 'Mediterranea' que rescatan y salvan a migrantes en las rutas de la esperanza desesperada en diferentes continentes.

El papa elogió a los buenos samaritanos que arriesgan sus vidas para rescatar a migrantes heridos y abandonados en mares y desiertos, destacando la importancia de no permitir que la indiferencia y el descarte contaminen la humanidad. Invitó a los fieles a unirse en oración por los migrantes y a contribuir de diferentes formas a la lucha por una civilización basada en la libertad y la fraternidad. Subrayó la importancia de que los desiertos y los mares no se conviertan en cementerios, sino en espacios donde Dios pueda abrir caminos de esperanza para todos.

Francisco instó a no buscar soluciones a la migración a través de leyes más restrictivas o de la militarización de las fronteras, sino a través de una acción global basada en la justicia y la solidaridad. Recordó la imagen impactante de Fati y su hija Marie, muertas en el desierto de Túnez, y llamó a la conciencia de todos sobre la gravedad de la crisis migratoria. Destacó la importancia de acoger a los migrantes y ofrecerles refugio en un mundo que los rechaza y los margina.

En un mundo donde los avances tecnológicos como los satélites y los drones pueden detectar a cada persona, el papa recordó que hay migrantes invisibles a los ojos humanos, pero no a los de Dios. Llamó a empatizar con su situación y a buscar soluciones humanitarias que respeten la dignidad y los derechos de cada individuo. Afirmó que es responsabilidad de todos trabajar juntos para construir un mundo más justo y fraterno, donde la migración sea vista como una oportunidad para crecer y enriquecer la diversidad de la humanidad.

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