En la región de Elías Piña, específicamente en Bánica, se encuentra el río Artibonito que sirve como frontera entre República Dominicana y Haití. Cada jueves, cientos de personas cruzan este río cargadas con mercancías a través de canoas. A pesar de no existir un muro de cemento y metal en esta zona de la frontera, los militares del Cesfront advierten sobre posibles peligros y recomiendan no acercarse mucho a los haitianos. El intercambio comercial en ambos lados de la frontera se realiza de forma fluida, aunque con precaución debido a la falta de autoridad en el lado haitiano.

En el mercado de Bánica, haitianos cargan sacos de harina de 100 libras desde el lado dominicano hacia Haití. Una vez en el río, otros haitianos se encargan de manejar las canoas para cruzar mercancías y personas. La frontera natural que representa el río Artibonito se convierte en un lugar de trabajo para personas como Symisi, quien lleva 15 años transportando a otros a través de una canoa. La presencia de niños tanto jugando como trabajando en las canoas refleja la cotidianidad de la vida en esta zona fronteriza.

A pesar de la tensión y la presencia militar en la frontera, el mercado haitiano funciona con normalidad gracias al intercambio de mercancía que solo es posible debido a la política fronteriza dominicana. Algunos haitianos prefieren no hablar con los medios por temor a represalias, pero la realidad económica de la zona depende en gran medida de este intercambio comercial. La presencia de niños trabajando en las canoas y la dificultad para obtener declaraciones de algunos comerciantes reflejan el clima de desconfianza y miedo que se vive en la zona.

En la Carretera Internacional, que conecta Elías Piña con Dajabón, se pueden apreciar más de 50 kilómetros de camino de tierra sin muro fronterizo. Los militares advierten a quienes transitan por este camino sobre posibles situaciones peligrosas y zonas de conflicto. En esta zona se pueden observar puestos de vigilancia militar, así como tramos sin presencia oficial, lo que hace necesario extremar las precauciones al viajar por esta carretera. La realidad económica de la zona se hace evidente a través de un mercado en Tilory, donde se venden galletas de arcilla hechas con tierra, mantequilla y sal como producto de la pobreza en la región.

En Tilory, un pueblo pobre en la Carretera Internacional, se venden galletas de arcilla como un símbolo de la precariedad económica que se vive en Haití. La presencia de comerciantes que prefieren no ser grabados y la dificultad para obtener información reflejan un ambiente tenso y desconfiado en la zona. Las galletas de arcilla, consumidas principalmente por mujeres embarazadas, son un reflejo de las condiciones extremas en las que viven algunas comunidades haitianas. La escasez de recursos y la necesidad de subsistencia se hacen evidentes a lo largo de la Carretera Internacional y el mercado en Tilory.

En la frontera entre República Dominicana y Haití, el río Artibonito se convierte en un punto de encuentro y paso para cientos de personas que cruzan con mercancías. A pesar de la falta de autoridad en el lado haitiano, el intercambio comercial se mantiene gracias a la política fronteriza dominicana. La presencia militar y la tensión en la zona reflejan la complejidad de la vida en esta frontera. La Carretera Internacional y el mercado en Tilory son testigos de la pobreza extrema y la precariedad económica que se vive en algunas comunidades haitianas, reflejando la necesidad de medidas y políticas que mejoren las condiciones de vida en la región.

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