Según un informe presentado en Río de Janeiro por cinco agencias de Naciones Unidas, los niveles de hambre se mantuvieron altos en 2023 por tercer año consecutivo, con alrededor de 733 millones de personas subalimentadas en todo el mundo. El informe revela que una de cada once personas pasó hambre el año pasado, con un aumento en África, estabilización en Asia y progresos en Latinoamérica, excepto en el Caribe.
La situación se ha visto agravada por conflictos, catástrofes climáticas y crisis económicas, con niveles de subalimentación comparables a los de 2008-2009. La pandemia de covid-19 ha dejado estragos, con 152 millones de personas más que pasan hambre en comparación con 2019. Aunque se han registrado avances en algunos índices, el acceso a una alimentación adecuada sigue siendo inalcanzable para muchos.
El informe destaca la urgente necesidad de una financiación mayor y más rentable para garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en los países pobres. Se espera que el sector privado también participe en la lucha contra el hambre y la pobreza rural. Si no se cubre este déficit de financiación, las consecuencias sociales, económicas y ambientales serán graves y requerirán soluciones costosas.
Las proyecciones futuras no son alentadoras, ya que si la tendencia actual continúa, se espera que 582 millones de personas estén crónicamente subalimentadas en 2030, la mitad de ellas en África. Este escenario se aleja del objetivo de cero hambre marcado para ese año. Por esta razón, Brasil lanzó una Alianza Global contra el Hambre para luchar contra esta lacra a través de una mejor coordinación y una mayor inversión.