En Puerto Príncipe, Haití, varios motoristas se reúnen frente al Palacio Nacional esperando la llegada de un camión blindado de la Policía Nacional Haitiana. Este camión los escoltará a toda velocidad por la calle Paul VI, en medio de la tensión y los enfrentamientos constantes entre pandillas armadas y la policía por el control del territorio en zonas como Bel Air, cerca del Gobierno y el Hospital General.
Jean Paul, un hombre de 48 años, cuenta que los pandilleros quemaron su negocio, su casa y su automóvil hace un mes, obligándolo a mudarse a la casa de su madre en otro sector. La situación en Haití empeoró con el asesinato del presidente Jovenel Moise en julio de 2021, y desde entonces, la violencia se ha intensificado aún más. Las calles que solían ser vibrantes y concurridas ahora lucen desoladas y abandonadas, reflejando el impacto de la inseguridad en la vida cotidiana de los haitianos.
En medio de este contexto devastador, la Policía Nacional Haitiana ha recibido poderosos carros blindados que patrullan la calle Paul VI, escoltando a motoristas y camioneros entre disparos y amenazas de las pandillas. Muchos de estos motoristas son chóferes de moto-taxis que se arriesgan en esta travesía peligrosa en busca de clientes. A pesar del evidente riesgo, aseguran que los precios no han aumentado debido a la falta de dinero en las calles y la precaria situación económica que atraviesa el país.
En un intento por mantener un semblante de normalidad en medio del caos, algunos haitianos como Mastha, un hombre de 31 años, se resisten a sumarse a las caravanas de seguridad que cruzan la calle Paul VI. Consideran que arriesgar sus vidas en un juego de ruleta rusa no es una opción viable. El parque que alberga la estatua de Le Marron Inconnu, que simboliza la libertad de los haitianos, se ha convertido en un lugar en ruinas donde los motoristas se reúnen por unos minutos antes de decidir si se suman al convoy.
La desesperación y el miedo se han apoderado de la vida diaria en Puerto Príncipe, donde la violencia y la inseguridad son una constante. Los haitianos lamentan la pérdida de sus hogares, negocios y la sensación de normalidad que alguna vez disfrutaron en la capital del país. La espera de una fuerza multinacional que restablezca la paz se vuelve una esperanza lejana en medio de la devastación y el caos que se ha apoderado de la ciudad. Haití, una nación históricamente marcada por la lucha por la libertad y la resistencia, enfrenta uno de sus momentos más difíciles en la búsqueda de un futuro más seguro y próspero para su pueblo.