Un estudio realizado por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Universidad de Évora ha revelado que los eventos climáticos extremos, como ciclones o sequías, se han duplicado o incluso triplicado en las zonas protegidas del Caribe y Centroamérica en lo que va de siglo. Esto ha llevado a la necesidad urgente de desarrollar estrategias de adaptación para hacer frente a estos fenómenos que impactan en una región caracterizada por una biodiversidad rica pero vulnerable.
Hace medio siglo, los ecosistemas del Caribe y Centroamérica, como los manglares o el bosque seco tropical, eran capaces de mitigar el efecto de huracanes y olas de calor, recuperándose de manera efectiva. Sin embargo, con el aumento de la frecuencia e intensidad de estos eventos, cada vez les resulta más difícil recuperarse. El aumento de la frecuencia e intensidad de estos eventos extremos plantea un desafío para la región.
Las estimaciones indican que aproximadamente el 65 % de la zona estudiada sufrirá al menos una sequía más intensa y prolongada en lo que queda de siglo en comparación con las experimentadas hasta ahora. Además, otros eventos extremos, como olas de calor y ciclones, también se esperan, lo que destaca la necesidad de tomar medidas urgentes para adaptar las estrategias de conservación a estos cambios climáticos.
Los científicos han analizado 32 parámetros de eventos climáticos extremos históricos en el Caribe y Centroamérica, así como aquellos que se proyectan para el resto del siglo. Se observa que las áreas protegidas estarán más expuestas a olas de calor y ciclones que las zonas no protegidas, lo que sugiere la importancia de adaptar estrategias de conservación y conectar espacios protegidos para mejorar la resiliencia frente a estos eventos climáticos extremos.
La tendencia de aumento en la duración e intensidad de las perturbaciones climáticas en las últimas décadas indica que estos eventos serán más frecuentes y intensos en el futuro. Las estrategias actuales para proteger la biodiversidad podrían no ser eficaces frente a estos cambios, ya que la mayor recurrencia y duración de fenómenos extremos pueden limitar la capacidad de las especies para adaptarse y recuperarse.
El Caribe es una región muy biodiversa, donde los manglares desempeñan un papel crucial al proteger tanto la biodiversidad única del lugar como a la infraestructura costera y la población frente a ciclones y huracanes. La pérdida de biodiversidad y de estas barreras naturales pone en peligro tanto a la población local como a la pesca a nivel mundial, por lo que es crucial implementar medidas urgentes para hacer frente a estos desafíos.